Pedro D. Karczmarczyk
Departamento de filosofía, UNLP y CIC-CONICET
peterkado@yahoo.com, deptofi@huma.fahce,unlp.edu.ar
Palabras clave:
ideología, interpelación, sujeto, práctica, gramática,
Un diálogo, una comparación y una complementación crítica entre las perspectivas de Althusser sobre la ideología en su trabajo Ideología y aparatos ideológicos de estado (Bs. As. Nueva visión, trad. de Alberto Pla) y el abordaje del lenguaje que surge en la perspectiva del segundo Wittgenstein, principalmente en las Investigaciones filosóficas [IF] (Barcelona, Altaya, 1999), nos parece un camino fructífero por diferentes razones. En primer lugar, porque el filósofo austríaco ofrece desarrollos detallados, tal vez los más detallados que puedan encontrarse en la filosofía contemporánea, para establecer algunos puntos de la argumentación de Althusser (por ejemplo la materialidad de las prácticas simbólicas). Por su parte, el cruce de la filosofía wittgensteiniana con la avenida althusseriana renueva el debate acerca de cuál es el sentido político de la filosofía del vienés. Esto por un lado, ya que además de los puntos de semejanza, los puntos de divergencia son un aliciente importante para revisitar el trabajo de ambos pensadores.
En el presente trabajo nos proponemos realizar una aproximación provisional a los puntos de contacto que pueda servir para un trabajo de mayor alcance de comparación crítica y desarrollo sistemático.
Althusser lleva adelante en la obra que consideramos, un cuestionamiento radical de una concepción de la ideología que podríamos denominar idealista, que se encuentra representada en diferentes reflexiones marxistas a partir de presentación de esta noción en La ideología alemana. En la filosofía wittgensteiniana encontramos un rechazo igualmente radical de lo que algunos de los intérpretes del vienés denominan “determinismo semántico” (Mary Hesse, David Bloor, Martin Kusch), esto es, la tesis que sostiene que existe un dominio (tradicionalmente ideas, pero también disposiciones u otros estados de un individuo) acerca del cual sería posbible construir un discurso que tuviera relevancia explicativa en relación con nuestro comportamiento lingüístico (cumpliendo el rol de una fuente de la el mismo que brota). En su lugar, el austríaco propone pensar la comprensión del significado en términos de uso. Comprender o captar el significado es “dominar una técnica”, participar en una práctica. El discurso semántico así interpretado es despojado de los compromisos representacionalistas con los que se lo asociaba tradicionalmente, revelando ahora que el lenguaje humano tiene la forma de una práctica en la que se otorgan, se conservan y se retractan determinados estatus sociales. Más aún, Wittgenstein se ha ocupado insistentemente en mostrar cómo esas prácticas generan continuamente ilusiones que tienden a proyectar, a partir de algunos rasgos de nuestras expresiones lingüísticas (“Toda una nube de filosofía se condensa en una gotita de gramática.” IF, II, p. 508). De ese modo aparece una metafísica que se presenta como la explicación de nuestro uso ordinario del lenguaje y como un estándar de normatividad. La imagen (Bild, picture) que captura a los hablantes es así la de un sujeto que capta ideas en su mente y somete su comportamiento, por respeto a la regla contenida en la idea.
El trabajo reconstructivo o crítico (“terapéutico” en términos wittgensteinianos) intenta despejar lo que era el dato de esta construcción de la interpretación sobreimpuesta sobre el mismo. Este trabajo wittgensteiniano da una versión semejante a la que Althusser propone a través de Pascal “Arrodillaos, moved los labios y creereis” (p. 50). Allí donde la versión metafísica señala que “Porque comprendemos el mismo concepto actuamos del mismo modo”, en la que el énfasis está puesto en el antecedente del condicional (comprendemos) la elucidación terapéutico desplaza los énfasis señalando la primacía de la práctica, que en su representación conceptual tiene la forma de una condicional contrapuesto: “si no actuamos del mismo modo (de manera reiterada) entonces no (decimos que) comprendimos el mismo concepto” (véase la interpretación de Kripke Wittgenstein on Rules and Private Language, 1982). Lo que va entre paréntesis en esta fórmula desea indicar que la misma no funciona de manera algorítmica, sino de manera aproximada (es a menudo suficiente que X no actúe como lo esperamos para que digamos que X no sigue la regla, etc.). Queda allí un espacio indeterminado, y por ello de disputa, que podemos pensar como uno de los terrenos de la lucha ideológica.
En consecuencia, el “determinismo semántico” presenta varios puntos de contacto con la relación imaginaria de los individuos con sus condiciones reales de existencia (p. 43) Más aún, este trastocamiento de la relación básica (práctica y material), en una relación idealista y representacional (Ver Althusser p. 48, 49 y 51) ha sido uno de los objetos privilegiados de los estudios de Wittgenstein: “allí donde nuestro lenguaje nos hace presumir que hay un cuerpo, y no hay un cuerpo, allí, quisiéramos decir, hay un espíritu” IF # 36.
Hechas estas observaciones preliminares podemos pasar a considerar que, en general, el sistema cuádruple de la estructura especular de la ideología (Althusser, p. 62) presenta análogos prima facie plausibles en términos de la analítica terapéutica wittgensteiniana.
Los dos primeros momentos: (i) la interpelación de los individuos como sujetos y (ii) la sujeción de los mismos al Sujeto, pueden ponerse en paralelo con la sujeción del individuo al significado o a una regla, que hace del mismo un hablante integrado en un juego de lenguaje, es decir, en una comunidad de habla y actividades (práctica). La relación de dependencia mutua entre el sujeto y los sujetos (iii) puede emparejarse con la elucidación gramatical que exhibe una trama en la que los significados y las reglas no poseen una existencia sustantiva, pero en la cual la referencia a los mismos (“atribuciones semánticas” como “X sigue la regla tal o cual”) tienen un rol constitutivo dual (de la regla y de los sujetos a la regla a partir de la práctica como base de atribución). Y el aspecto que Althusser denomina “garantía” (iv), de acuerdo al cual en la mayoría de los casos los sujetos en el seno de los dispositivos ideológicos “marchan solos” remite a la noción wittgensteiniana de “forma de vida” (que no es una noción que pueda agotarse biológicamente) que hace que las consecuencias de una regla (que el análisis muestra que no pueden justificarse lógicamente) sean para los sujetos obvias, de modo que la ausencia de dudas acerca de cómo continuar ( “saber como continuar”) es una base para la atribución semántica, es decir, para la constitución de ese individuo como sujeto a esa regla.
Las analogías señaladas justifican a nuestro juicio la tarea emprendida, pero antes de puntualizar los conflictos vale la pena reparar en la semejanza entre dos declaraciones. Althusser sostiene que sus observaciones concluyen en que: “…la ideología no tiene afuera (para ella), pero al mismo tiempo que no es más que afuera (para la ciencia y la realidad)” (p. 56), Wittgenstein sostiene por su parte: “La filosofía expone meramente todo y no explica ni deduce nada.— Puesto que todo yace abiertamente, no hay nada que explicar. Pues lo que acaso esté oculto, no nos interesa.” (#126).
Este último punto nos lleva a plantear la cuestión del estatuto de los enunciados acerca de la ideología y la naturaleza del lenguaje. El análisis terapéutico que Wittgenstein desarrolla en las Investigaciones parece compartir con su trabajo en el Tractatus una perspectiva que con Apel y Habermas podríamos denominar “filosofía trascedental no afirmativa”. Se trata de una filosofía que clarifica las condiciones de posibilidad, pero que a la vez que clarifca desarrolla un argumento autofágico que destruye las condiciones de posibilidad del metalenguaje en el cual esas conclusiones deberían ser afirmadas. (véase Paulo Margutti Pinto, Iniciação ao silêncio, Loyola, Sao Paulo, 1998). Ese metalenguaje imposible es el discurso de la verdad al que se contrapone el discurso ideológico. Intentaremos desarrollar en nuestro trabajo el problema del estatuto del discurso de Althusser apoyándonos en los trabajos realizados por Etienne Balibar (Nombres y lugares de la verdad) y Salvoj Zizek (Ideología. Mapa de una cuestión).
“La actualidad de la lectura sintomática”
Mariana de Gainza
Universidade de São Paulo- USP
marianagainza@gmail.com
Palabras clave:
lectura sintomática – ideología – sobredeterminación – núcleo traumático
Mi propósito en este trabajo es intentar problematizar cierta afirmación que Slavoj Žižek realiza al analizar las posibilidades de una revitalización de la teoría de la ideología. Partiendo del diagnóstico de que si el pensamiento crítico quiere estar a la altura de los desafíos que le colocan las formas de sujeción ideológica de las sociedades contemporáneas debe necesariamente reconsiderar las modalidades clásicas de la crítica de la ideología, Žižek sostiene que “ya no podemos someter el texto ideológico a la lectura sintomática, confrontarlo con sus puntos en blanco, con lo que ha de reprimir para organizarse, para preservar su consistencia -la razón cínica toma en cuenta esta distancia de antemano.” [El sublime objeto de la ideología, Mexico, Siglo Veintiuno, 1992, p.58]. Si bien el diagnóstico es certero y, en general, las líneas básicas de la indagación žižekiana muy sugerentes, quisiera sin embargo poner en cuestión tal afirmación de que la lectura sintomática como modalidad efectiva de la crítica habría caducado, pues la actitud cínica -marca fundamental de la subjetivación en el contexto del capitalismo tardío- la volvería impotente. Aunque esta postulación es comprensible en el contexto de la argumentación de Žižek, me parece que tal decreto de caducidad, usando un giro retórico žižekiano, “procede demasiado rápido”, es decir, que la lectura sintomática es abandonada antes de que sus potencialidades sean efectivamente consideradas y agotadas. En todo caso, sería productivo confrontar la presentación de la lectura sintomática que hace Žižek, con la lectura sintomática tal como la ha entendido Althusser, para luego volver a formularse la pregunta sobre su agotamiento. Esa comparación es legítima dentro del mismo contexto de enunciación žižekiano, pues Althusser es asumidamente una de sus influencias teóricas fundamentales; pero además es, fundamentalmente, quien ha abierto las posibilidades del uso filosófico de una estrategia de lectura de síntomas de origen psicoanalítico.
Javier Burdman
CONICET / IIGG
jaburdman@gmail.com
Palabras clave:
ideología – universalidad – hegemonía - epistemología
En el trabajo retomamos la teoría de la ideología de Althusser y problematizamos sus dos dimensiones principales: la funcionalista, según la cual la ideología garantiza la reproducción de las relaciones sociales, y la epistemológica, según la cual la ideología produce un efecto de desconocimiento de las condiciones de existencia reales de los sujetos. Luego de desarrollar el modo en el que estos elementos son tratados por Althusser, recuperamos las críticas realizadas por algunos de sus seguidores a la relación entre ideología y estructura económica. Badiou demuestra que la idea de determinación en última instancia por la economía es esencialmente contradictoria con los supuestos teóricos del estructuralismo; puesto que la instancia económica no puede ser pensada por fuera de la totalidad estructural, las demás instancias (incluida la ideología) no pueden ser entendidas solo en términos de su correspondencia con aquélla. De Ipola cuestiona la distinción entre conocimiento “científico” y desconocmimiento “ideológico” al demostrar que el mecanismo imaginario, que Althusser adjudicaba a la ideología, está presente también en los orígenes del materialismo histórico. En el mismo sentido, Ranciére sostiene que el conocimiento científico nunca puede ser desvinculado de las condiciones subjetivas-ideológicas bajo las cuales aquél es producido y transmitido.
Si bien estas críticas muestran las limitaciones de la teoría althusseriana de la ideología, plantean nuevos problemas que están lejos de quedar resueltos. Si la ideología no consiste en un conocimiento falso o subjetivo que distorsiona la neutralidad del discurso científico, ni en una serie de representaciones que garantizan la reproducción de las relaciones sociales, no queda claro en dónde podría situarse la especificidad de la noción de ideología. Para buscar una respuesta, recurrimos a los aportes de Laclau y Zizek, quienes buscan reflexionar sobre dicha noción sin retomar las distinciones epistemológicas propias de concepciones realistas de lo social. De ese modo, postulamos que la ideología tiene que ver con la universalidad, pero no en el sentido epistemológico de una verdad que está por sobre las percepciones particulares, sino en el de un efecto de universalización a partir de una particularidad. El sentido distorsivo de la ideología puede ser entendido, por lo tanto, no a partir de la distinción entre verdad y falsedad, sino como un efecto necesario según el cual un grupo social percibe su posición particular como universal. Dicho efecto es el que abre el juego a las prácticas hegemónicas
Finalmente, argumentamos esta tensión entre particularidad y universalidad es uno de los problemas centrales de la democracia contemporánea.
Facundo Nahuel Martín
FyLL- UBA
facunahuel@gmail.com
Palabras clave:
Teoría Crítica – Ideología – Sujeto – Historia
Este trabajo propone una puesta en diálogo entre las concepciones de la ideología y el sujeto en el Althusser “clásico” de Ideología y aparatos ideológicos del estado y Dialéctica negativa de T. W. Adorno. La elucidación de las diferencias entre ambos planteos va a enmarcarse en el desarrollo de dos puntos de articulación fundamentales: la constitución del sujeto y la inmanencia de la ideología a la práctica.
Tanto Adorno como Althusser ven al sujeto como producto de la sujeción ideológica. Para Althusser la interpelación es la operación ideológica que constituye al sujeto. La ideología provee al individuo de una relación imaginaria con las relaciones sociales de producción al tiempo que le permite a asumirse como sujeto. Así, éste puede actuar autónomamente, garantizándose en ello su sujeción a las necesidades de la reproducción de la fuerza de trabajo (Althusser, 1988:133). Según Adorno, análogamente, el hombre se subjetiva la cultura, en el proceso de interacción con otros. El sujeto -que se quiere dominador sobre la naturaleza- es en sí mismo un resultado de la violencia ejercida sobre los individuos a manos de unas relaciones sociales cosificadas. El sujeto como principio sistemático del domino se configura socialmente en la enajenación del espíritu objetivo y la oposición entre lo universal y lo particular, bajo cuya estructura el individuo conforma su conciencia de sí (Adorno, 2002: 282, 317, 318). En ambos pensadores, el hombre deviene sujeto en virtud de su sujeción en el seno de su actividad social.
El problema del sujeto como construcción ideológica remite, además, a la pregunta por la ideología misma. Adorno y Althusser, aunque de maneras diversas e incluso contrarias, sostienen que la ideología no es un mero encubrimiento de las relaciones sociales materiales ni un efecto separable de ellas. Por el contrario, la ideología se gesta en el interior de la práctica. Para Althusser (Althusser, 1988: 126 a 129) es la disposición del cuerpo en el seno de los aparatos ideológicos lo que configura la relación ideológica con el mundo (por ello “la ideología tiene existencia material”). Para Adorno (Adorno, 2002: 324 y 325) la ideología encarna en las relaciones sociales mismas, en los modos históricos concretos bajo los que los hombres se relacionan entre sí y con la naturaleza. En un caso, la ideología funciona a través de los aparatos ideológicos, actualizando su vigor en la práctica misma que esos aparatos imponen. En el otro, es la racionalidad intrínseca al conjunto de las relaciones sociales la que resulta ideológica. Según Adorno, la percepción “mistificada” de la realidad no proviene de la acción de varios aparatos específicos, sino que se da directamente en las relaciones sociales de producción como emergente de un cierto tipo de racionalidad histórico. Para Althusser, en cambio, es determinante el triunfo de la clase dominante en la imposición de su propia perspectiva (la ideología dominante) sobre los aparatos ideológicos. En suma, la mirada althusseriana enfatiza la importancia de la lucha de clases, mientras que la adorniana da primacía al orden las relaciones sociales objetivas (y sin que esto implique, en ninguno de los dos casos, una mirada reduccionista o unilateral, sino simplemente una diferente distribución de los acentos). Sin embargo, en ambos casos la ideología es concebida como una realidad práctica, que se incrusta en lo histórico bajo una productividad específica ligada a la conformación de los sujetos.
Bibliografía citada:
Althusser, L. (1988). “Ideología y aparatos ideológicos del estado” en La filosofía como arma de la revolución, Buenos Aires: Pasado y Presente.
Adorno, T.W. (2002). Dialéctica negativa, Madrid: Editora Nacional.
Lic. Fernando Ramírez;
Lic. Juan Alberto González;
Lic. Sebastián García Uldry.
Trialéctica (Grupos de Estudio en Filosofía y Psicoanálisis.)
trialectica@gmail.com - http://trialectica.blogspot.com/
Palabras claves:
Ideología, Ciencia, Práctica teórica, Problemática.
La noción de Ideología ha sido criticada por un sinfín de autores provenientes de las Ciencias Sociales en general y de la teoría marxista en particular. Louis Althusser se inscribe sin duda entre los mismos. Los acontecimientos históricos, políticos y sociales de las últimas décadas han llevado a que algunos autores hayan reformulado dicho concepto, y que otros, directamente lo hayan excluido del análisis de las transformaciones en las prácticas de nuestra totalidad social. La lectura que desarrollaremos en este trabajo permite identificar los alcances del concepto althusseriano de Ideología como una herramienta válida para el análisis de la sociedad, a la luz de la rectificación del problema de la relación ciencia – ideología contra las posiciones especulativas en la tradición de la filosofía racionalista. Sobre la base de este concepto es que consideraremos, también, las modificaciones teóricas que el mismo autor ha hecho en el seno de su propia obra para demostrar el potencial analítico que el concepto de Ideología encierra, a nuestro juicio todavía hoy, en el campo del pensamiento contemporáneo dentro de las Ciencias Sociales.
Para esquematizar nuestro trabajo, lo dividiremos en cinco apartados. Primero, describiremos las distintas definiciones ya clásicas sobre Ideología que encontramos a lo largo de la obra de Marx, todas ellas, encuadradas bajo una lectura de la problemática en juego. Segundo, haremos un recorrido genealógico en la obra de Althusser para constituir su propio concepto de Ideología. Tercero, recorreremos algunas de las críticas realizadas por autores contemporáneos sobre tal concepto. Cuarto, delimitaremos las causas que nos llevan a afirmar que la noción de Ideología construida por Althusser es una herramienta valida e ineludible para el análisis dentro de las ciencias sociales. Quinto y último, intentaremos dar cuenta de uno de los alcances problematizados desde esta óptica en el campo específico de la práctica psicoanalítica: la incidencia de la estructura ideológica en la formación social y su inserción en la constitución subjetiva, acontecimiento que nos conduce a constantes replanteos en nuestra especificidad clínica.